Los turistas enmudecen al observar el arte
Llega
el fin de semana y con él, Madrid se llena de turistas. El Prado
es uno de los lugares más frecuentados en la capital, por ello, la
cola para visitar el museo un sábado por la tarde es bastante
extensa. Tras conseguir la entrada, que siempre es una ilustración
de alguna de las pinturas de la colección permanente, y pasar el
control de seguridad, te adentras en otro mundo. Un mundo con muchos
colores y autores.
La
mayoría de los viajeros se desplazan hasta allí a ver las obras más
famosas de autores como Goya, Sorolla o El Bosco. Sin embargo,
ninguno puede pasar por alto el resto de las pinturas allí
expuestas. La gente enmudece cuando está frente a las Meninas.
Aunque todos se lo esperaban más grande, nadie se siente
decepcionado cuando observa la pintura en su conjunto. El visitante
tampoco puede evitar pensar qué los pintores tienen un perfil algo
egocéntrico al verlos colarse en sus propias pinturas.
Museo de El Prado, Madrid.
La
magia ocurre al descubrir que por mucho que se haya observado un
cuadro a través de un libro o de un dispositivo móvil, nunca se
equipara a los trazos que hizo su autor y lo que estos transmiten a
aquella persona que los observa detenidamente. Solo cuando alguien se
detiene frente a una pintura, entiende que la fotografía nunca es
sinónimo de realidad sino que es una versión de esta. Una
tarde no basta para admirar todas las salas y exposiciones del museo
-que podría considerarse un santuario del arte-. Así pues, muchos
son los que antes de abandonar la ciudad ya tienen decidido volver a
visitarla y volver a El Prado.
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