Rebecca: malentendidos con el pasado - La dialéctica de las imágenes

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10 de septiembre de 2017

Rebecca: malentendidos con el pasado

Rebecca de Alfred Hitchcock, empieza con un travelling de cámara que, junto con la voz en off de Joan Fontaine, va introduciendo al espectador en Manderley y, por tanto, en la historia. En cuánto a los personajes; Maxim, interpretado por Laurence Kerr Olivier, es presentado con un primer plano y una expresión seria que lo anuncia como un personaje atormentado, que parece bipolar en ocasiones ya que tiene cambios de humor repentinos. Es un hombre reservado, tradicional y machista. Esto último queda demostrado en la escena en la que afirma: “Ya está decidido. Sírveme el café con dos de azúcar. Recuérdalo, me gusta así. El té también.”, dando por hecho que ella va a ser su sierva. Resulta chocante pues que, ante este comportamiento, luego se descubra que Rebecca salía a navegar sola y él no ponía objeciones. 

Ella (no se conoce su nombre pues nunca se dice), interpretada por Joan Fontaine, parece no tener expresión facial en ciertos momentos del film -recuerda a Claire Foy en The Crown-. Su rictus no cambia prácticamente en ninguna escena, solo varía cuando está feliz o cuando levanta la ceja ligeramente. Parece una niña pérdida que se deja guiar por los demás en gran parte de la película. Además, es muy miedosa -especialmente con sus encuentros con la señora Danvers-, camina asustada y resulta ser bastante torpe. Aguanta la sombra de la difunta señora de Winter durante casi toda la historia y no saca carácter hasta el final.

La señora Danvers, interpretada por Judith Anderson, tampoco es un personaje con gran expresión facial pero consigue, con la misma cara todo el flim, una actuación magnífica. Tiene un aura fantasmal que asusta a la nueva señora de Winter y provoca escalofríos en el espectador, pues aparece y desaparece silenciosamente como si, en lugar de caminar, levitara. Su enfermiza obsesión por Rebecca recuerda a la que sentía Férula Trueba por Clara en La casa de los espíritus. Ambas sienten amargura y ven esta reducida en la figura de su señora, en el caso del ama de llaves, y de su cuñada, en el caso de Férula.

Rebecca es el personaje principal de la película ya que esta lleva su nombre. Sin embargo, no se conoce en ningún momento. Todo lo que se llega a conocer de la fallecida es por boca de terceras personas. No obstante, este personaje tiene un anagnórisis; no es la esposa perfecta ni la dama correcta que todos creían. Este hallazgo lleva, a su vez, a descubrir lo que sentía Maxim por ella y a conocer cómo murió. Rebecca recuerda a la esposa del señor Rochester en Jane Eyre que tampoco resultó ser lo que todos creían y sacó a la luz su verdadero carácter, como la primera esposa de Maxim, una vez casada. 

Pero no es esta la única similitud con la historia de Charlotte Brontë, también el incendio. En ambas historias, la casa donde ocurre la gran mayoría de la trama, acaba reducida a cenizas por las llamas y, en ambos casos, el incendio ha sido provocado. El final del largometraje es como el cierre de un ciclo, pues muestra porqué vemos al principio la mansión en ruinas. A su vez, es la clausura de la historia de Rebecca con la fiel ama de llaves, en la habitación de la difunta, rodeada de fuego y su funda con la R bordada quemándose como un símbolo del fin de ambas; señora y criada.




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