Encontré tu novela un martes lluvioso en el que me perdí a mí misma sin saber donde encontrarme.
Aquel martes descubrí la canción que más tarde me dejaste cantar junto a ti bajo el sol y al ritmo de las olas.
El poeta llegó (ese mismo) martes siguiendo el camino de baldosas amarillas con la maleta a cuestas y la mirada pérdida.
Y tu, llegaste con la brisa (también) de un martes y te fuiste con el viento del atardecer.
Tenías razón, las flores de un martes se convierten en el aroma de la noche.
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